ELOGIO PARA LAS NEGRAS VIEJAS DE ANTES Los velorios eran el sitio exacto para que se abrieran como libros fabulosos en sus mejores páginas. Ellas, las negras viejas, contaban lo que antes había llegado a sus oídos. Pero nosotras, las que ahora debíamos ser ellas, fuimos contestonas, no supimos oír, tomamos cursos de filosofía, no creímos. Habíamos nacido demasiado cerca de otro siglo, sólo aprendimos a preguntarlo todo, y al final estamos sin respuestas. Ahora, en los velorios, alguien, estoy segura, espera que contemos lo que debimos aprender. Permanecemos silenciosas, parecemos tristes cotorras mudas. No supimos apoderarnos de la magia de contar sencillamente porque nuestros oídos se cerraron, quedaron tercamente sordos ante la gracia de oír.
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ELOGIO PARA LAS NEGRAS VIEJAS DE ANTES
Los velorios eran el sitio exacto para que se abrieran
como libros fabulosos en sus mejores páginas.
Ellas, las negras viejas, contaban
lo que antes había llegado a sus oídos.
Pero nosotras, las que ahora debíamos ser ellas,
fuimos contestonas, no supimos oír,
tomamos cursos de filosofía, no creímos.
Habíamos nacido demasiado cerca
de otro siglo, sólo aprendimos a preguntarlo todo,
y al final estamos sin respuestas.
Ahora, en los velorios, alguien, estoy segura, espera
que contemos lo que debimos aprender.
Permanecemos silenciosas, parecemos
tristes cotorras mudas.
No supimos apoderarnos de la magia de contar
sencillamente porque nuestros oídos se cerraron,
quedaron tercamente sordos
ante la gracia de oír.
Georgina Herrera, poeta cubana
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